La carboxiterapia es una de las mejores terapias para combatir la celulitis, la flacidez y los acúmulos grasos localizados. Es un tratamiento no invasivo que consiste en la aplicación del gas Dióxido de Carbono por vía subcutánea mediante pequeñas infiltraciones en los tejidos afectos.
La celulitis es una dermopatía vasculopática basado en un trastorno microcirculatorio a nivel local. Al no producirse un drenaje correcto de los adipositos, los desechos e impurezas se acumulan de forma líquida al principio para adquirir después una consistencia espesa o gel.
La presencia de este gel con sustancias tóxicas no drenadas produce una irritación de los Fibroplastos que responden produciendo colágeno dando como resultado unos puentes cicatriciales que traccionan y estrangulan los vasos sanguíneos dificultando, aún más, el metabolismo de dicho tejido y cerrando un círculo vicioso que da como resultado la temida “celulitis”.
La aplicación de una inyección de Dióxido de Carbono (CO2) produce en la circulación una mejora del intercambio gaseoso, restableciendo la microcirculación, aumentando la cantidad y velocidad del flujo sanguíneo y rompiendo el círculo vicioso que se produce en los tejidos afectos.
La mejora en el intercambio gaseoso permite que el oxígeno sea utilizado para las reacciones metabólicas entre las que se encuentra la combustión de las grasas y cuya consecuencia es la disminución del volumen del tejido entre los adipositos, la mejora en la calidad de la piel y el alivio de los síntomas que acompañan a la celulitis como la pesadez en las piernas.
La técnica es muy sencilla. Se realiza a través de un equipo especialmente diseñado que permite controlar la velocidad de flujo, tiempo de inyección y monitorizar la dosis administrada. Se aplican varias inyecciones con una aguja de diámetro inferior a la de una aguja de insulina con el objetivo de que el gas se difunda rápidamente a los tejidos adyacentes.
Una vez finalizada la sesión se suele complementar con presoterapia o lipomasaje para incrementar la difusión del gas a los tejidos adyacentes.
El número de sesiones es variable aunque se consideran necesarias un mínimo de 15 sesiones, 2 o 3 veces por semana, pudiendo el paciente, una vez finalizada la sesión, incorporarse a sus actividades cotidianas intentando evitar el sol en las 24-48 horas después de la sesión.